Sin darme cuenta, comencé a coleccionar llaveros. Ya antes me habían cuestionado ¿por qué nunca había sentido la necesidad de iniciar alguna colección, como monedas o estampillas? Nunca tuve una respuesta diferente a un gesto apático. De repente hallé una misión oculta en cada uno de los tours que empecé a tomar allá por el año 2008, aparte de un deseo por romper la rutina.
Tomar el equipaje y comenzar un viaje es un compromiso. Siempre debe haber algo que sen obtenga como trofeo, sea ésto sólido o etéreo como un sueño, tan diverso como el amanecer en Copán o el atardecer en Alegría; lo único prohibido es regresar en el mismo estado inicial en que se partió, condenando con ello al fracaso la inversión y tachando de fútil la jornada. Es ahí, tras este pequeño análisis, que entran los llaveros. Lejos de ser considerados como simples "recuerditos", se constituyen en "grandes recuerdos".
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