jueves, 9 de septiembre de 2010

La añoranza del pasado es lo peor de hoy

El martes 7 de septiembre amaneció soleado y brillante, pero iba a convertirse en un día sombrío. Las pandillas delincuenciales (las infames maras) habían provocado un paro al transporte colectivo, y por primera vez en su historia, lanzaron un comunicado contra el gobierno de la república y sus leyes antipandillas.
La gente ha reaccionado con indignación, y al calor de su desesperación, pide sangre de mareros. Inundados de un odio tan grande como el de los criminales, exclaman lo ineficiente que es el gobierno al no brindarles una campaña de exterminio en ese mismo segundo, mientras añoran la caprichosa justicia del dictador Maximiliano Hernández Martínez y la Guardia Nacional. Es ésta la parte triste.
¿Por qué extrañar a Martínez? ¿Cuál es la grandeza de alguien que en vez de solucionar los problemas, simplemente los acribillaba?
¿Y qué tiene que ver la Guardia Nacional con las maras, si sólo eran buenos para perseguir estudiantes izquierdistas mucho menos armados?
Milan Kundera escribió una vez acerca de "la inexistencia del retorno", el hecho de añorar ciertos acontecimientos negativos del pasado ante la imposibilidad de que se repitan. Quizá por eso hay gente que prefiere ignorar (o nunca le explicaron) que a Martínez lo derrocó una huelga general en contra de sus excesivos fusilamientos. Ni la gente lo quería: acabó viviendo fuera del país hasta el día en que uno de sus empleados lo asesinó. Y en esa ignorancia por elección propia, el sufrido ciudadano lo ve como el gobernante ideal, aunque al haber orquestado una de las peores masacres de la historia reciente, haya gobernado a menos gente que cualquier otro presidente salvadoreño.

Que sólo regrese el Colón, no su creador.