domingo, 17 de febrero de 2013

Un chero en Panamá (1: Vuelo nocturno)

El que estaba destinado a ser mi primer vuelo tenía varias características especiales. La primera: era un vuelo nocturno. No hubo mucho que ver a pesar de tener asiento con ventanilla. Segundo, acrecentaba el lógico nerviosismo de alguien que se sube a un avión por vez primera. Pululaban en mi mente todas las historias trágicas relacionadas con el despegue... el momento más critico del recorrido, según me contaban.
Equipado tanto con un libro como con recuerdos felices, ya estaba predispuesto a que (por lo menos en la hora y media del vuelo) nada extraordinario sucediera. Y, por si fuera necesario, podría recurrir a un vaso de ron ya en lo alto.
¿Había algún motivo para haber decidido ir en solitario hasta Ciudad de Panamá, abandonando el confort de usar medios de transporte a los que ya estuviera acostumbrado? Así era, y no se trataba de algo diferente a un capricho. El de conocer la ciudad centroamericana más cosmopolita, y mi segunda opción tras la anhelada Habana con su escena de jazz.
El trayecto se sintió bastante corto. Recompensando mi estoica estadía en el cacharro, la visión nocturna de la ciudad mientras descendíamos fue un tesoro. Lo reconocí todo. El Canal, el Puente de Las Américas, Cerro Ancón, el interminable Corredor Sur... una sucesión de puntos luminosos creando arte en la oscuridad.